Muerte a los dioses

7 07 2009
Jacko, en el instante de sodomizar a Sir Paul con los royalties de los Beatles.

Jacko, en el instante de sodomizar a Sir Paul con los royalties de los Beatles.

 «Sacamos los pesados revólveres (de pronto hubo revólveres en el sueño) y alegremente dimos muerte a los Dioses».

[Ragnarök, de Jorge Luis Borges]. 

Desde que se nos murió Michael Jackson vengo en constante interrogación sobre la naturaleza del Mito. El concepto de Mito. Condiciones y requisitos del Mito. No pensaba tanto en el mito desde aquel trabajo de Filosofía de 1º de BUP, Del Mito al Logos, que plagié con cristiana literalidad de un amigo del B que había visto recompensado su afán con un 8,5. Le cambié la portada para agregar mi nombre, dejé el resto de los folios o los mecanografié exactos, ya no me acuerdo. No es que mi labor tuviera fineza, sólo le pedía eficacia. Como no podía ser de otro modo, conseguí un 4,5. Fue la primera lección de Periodismo de mi vida: las portadas son más importantes de lo que parece.

La culpa de todo esto la tiene un editorial acerca del suceso Jackson y su titular. Decía así: Michael Jackson, el último mito del siglo XX”. Parece que a Arcadi Espada (al que algunos comentaristas maldicientes de su blog prefieren nominar Arcada Espadi) también lo contrarió un poco el absolutismo de la sentencia. Razonó así, no sé si con falsa modestia o irónica post modernidad: “Yo soy un chico del siglo XX y apenas sé quién fue Michael Jackson. Por si no bastase semejante argumento de autoridad creo que Bob Dylan, Fidel Castro y Cassius Clay aún siguen vivos”. Sospecho que el uso del “nombre de esclavo” del boxeador que se rebautizó Mohammed Ali forma parte del ropaje sardónico de don Espada. Por lo demás le suscribo la frase, variando el verbo para hacerla más subjetiva: Yo soy un chico del siglo XX y apenas me importa quién fue Michael Jackson.

Continuaba el editorial aludido: “Como Elvis Presley, como Jimmy Hendrix, como Jim Morrison, Jackson ha muerto a tiempo para alimentar un mito que probablemente nunca se extinguirá”. Parece claro que el autor/a apuntaba a los mitos musicales, reducción en la cual extrañé, claro, a John Lennon. No faltará quien agregue otros nombres a la enumeración. Yo les ayudo: Kurt Cobain, los más jóvenes; Edith Piaf, si usted tiene un alma sensible; Janis Joplin, los hippies y sus alrededores; George Harrison, los beatlemanos y seguidores de las doctrinas hinduistas; Johnny Cash, que no se murió a tiempo pero se construyó el traje de mito a medida; James Brown, quienes se preocupen por las fuentes originales; Chet Baker, amantes de los metales susurrantes; Glenn Miller, otro tanto y además con accidente de aviación por el medio; y desde luego Carlitos Gardel, que también fue del cielo al suelo…; hasta habrá quien le otorgue esa condición a Isabel Pantoja, por si acaso. Debo estar dejándome varios: verbigracia, Bob Marley.

Otra afirmación del editorial: “Podría decirse metafóricamente que el siglo pasado se acaba con la muerte de un artista que llevó la lógica del espectáculo hasta sus últimas consecuencias: hacer de su persona la más fascinante de sus creaciones”. Hasta las metáforas han de incurrir en la precisión. ¿Se ha terminado el siglo XX? Y además, ¿no han perdurado más Mick Jagger y Keith Richards? ¿No lo ha hecho, desde luego, Bob Dylan?  El término fascinación a mí me gusta mucho. Pero la persona Jacko, sinceramente, me provocó repulsión creciente desde un poco más allá de Thriller, por unas cuantas razones que cualquiera puede imaginar. Antes lo juzgaba ininteresante, pero son gustos que no aumentan ni disminuyen la verdad. A la música y el baile les voy a conceder la gracia de lo distintivo, tal vez lo original aunque no estoy seguro, lo osado de las coreografías, algunas magias parciales por ese lado y un aprovechamiento máximo del fenómeno MTV/video-clips, cuando la MTV aún era una cadena dedicada a la música. Por encima de todo eso, ocurre que la megalomanía me cae muy mal. La peterpanmanía me suena a excusa. No me puede caer bien un tipo que quiere una estatua de sí mismo en Harrods. Y además, sospecho que el muchacho nos veía al resto apenas como una colección de gérmenes. Como si su propia mierda no hediera.

Pensé en sus dobles. ¿Qué hacen ahora sus dobles? ¿Han muerto los dobles? ¿Existían siquiera? Yo nunca lo creí del todo, pero deberían enterrarlos con él como a los faraones con sus gatos reencarnados. Voy a la última del editorial: “Elvis Presley fue, sobre todo, una estrella americana de los años 50. Pero Jackson fue un ídolo planetario gracias a la extensión de la televisión…”. Me pregunto si nadie en el diario revisó esta frase. La policía, por ejemplo. En la búsqueda de explicaciones, me apoyé en lo que me pareció un buen artículo de Diego Manrique, escrito con las distancias adecuadas y verdaderamente explicativo de algunas cosas, no una mera recolección de lugares comunes. Sirve para situar a quienes reclaman atención exclusiva a la música y no al personaje. Y tal vez yo mismo me cuente entre ellos, aunque no en este caso. Subrayaba DM: “Michael no solía dar entrevistas y, en las raras ocasiones que se ponía frente a un periodista, ignoraba la música. Así era de necio: prefirió caer en las garras de Martin Bashir, un tiburón televisivo, que conversar con alguien que recordara la efervescencia de los discos de los Jackson 5, las dificultades para emanciparse en aquella plantación llamada Motown, el calculado eclecticismo de Off the wall y Thriller”.

Traté de distinguir tres grados progresivos en la construcción de un personaje como el que nos ocupa: ídolo (de masas, se entiende), icono y mito. Observé la veleidad elástica con la que se usan los términos: “Michael Jackson: muere el icono, nace el mito”, señaló la web de RTVE. “Michael Jackson: muere un mito y nace la leyenda”, dijo otro titular al que no recuerdo propietario. He ahí otro estadio superior: la leyenda. En un tercero decían: “Muere Michael Jackson, nace el mito”, lo que otorgaría a los mitos la necesidad imperiosa de la muerte para ser tales. En www.demujer.es no estaban de acuerdo con el matiz: “Muere Michael Jackson, adiós a un mito”. Di por fin con un filósofo en El Comercio de Asturias que parecía compartir una preocupación similar a la mía, sólo que mejor resuelta. Escribió Francisco de Borja Santamaría: “Un ídolo contemporáneo requiere como requisito poseer un nivel excepcionalmente elevado de notoriedad, encarnar algo que se considere valioso y suscitar la admiración y, en cierto modo, la identificación con él de sus seguidores. (…) El mito, por serlo, no personifica necesariamente un valor moral, salvo cuando un personaje encarna precisamente un rasgo de ese tipo, como puede ser el caso de Ghandi o la Madre Teresa de Calcuta. Michael Jackson era un icono exclusivamente artístico”. De donde un ídolo, una leyenda, un icono y un mito vendrían a ser lo mismo. Está bien, entonces.

Me llamó Alicia y me dijo: “¿Sabes que se ha muerto Michael Jackson?”. Yo lo sabía, desde luego. “¿Es que te gustaba Michael Jackson?”, le pregunté. Sabía que no, porque habiendo nacido en 2001 Alicia está a salvo de la onda expansiva que sufrimos quienes pasamos por los ochenta en edad púber. Ese tipo de gente que ahora proclama, no sin razón: “Era un artistazo”. La respuesta de Alicia iba más allá: “¡Cómo me va a gustar Michael Jackson si le robó las canciones de los Beatles a Paul McCartney!”. Y alegremente pasamos a hablar de otra cosa mientras allá fuera sacaban los revólveres y comenzaba el funeral planetario, que aún dura.


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5 responses

8 07 2009
Sr. Guerra

¡Qué grande esta Alicia!
Cuando se muera Sir Paul… ¿qué cóño dirán todos estos? Ya lo sé, que era más grande Lennon. Mira, mejor, que siempre he pensado que si todo el mundo pudiese comer langosta, no habría suficiente para todos. Que se jodan.
P.D.: Siempre pensé que yo solito acabaría con el ciclismo, Michael Jackson y El Corte Inglés. Los herederos de Isidoro se me resisten…

15 07 2009
Sonia

Por fin un comentario inteligente! No esperaba menos de usted! Yo sigo sin comprender tal revuelo! El día de marras, en mi trabajo sólo se escuchaba «qué fuerte, qué fuerte», y yo, sin poder evitarlo, solté: ¿qué tiene de especial? la gente se muere, en todo el mundo y a todas horas, también ocurren accidentes. Está pasando constantemente. Jackson habrá sido lo que haya sido, pero no por eso vale más que otros cantantes que no han montado a su alrededor tanta parafernalia y que tienen incluso más mérito pasando desapercibidos. Tampoco entiendo el fervor de la gente, muchos quizá no hayan escuchado un disco entero de este señor en su puñetera vida!
Insisto, chapeau por tu artículo, reconozco que hacía tiempo que no me pasaba por aquí!

15 07 2009
ornat

Al pueblo le gusta mucho el sintagma «qué fuerte, qué fuerte…». Mol fort, que dicen unos amigos míos, perfectos desconocedores del idioma catalán. Efectivamente la gente, en la mayoría de los casos, se muere. Y el resto nos impresionamos, más o menos. La cuestión son las cosas que se dicen después de la muerte. Van del «qué fuerte, qué fuerte» a los titulares de los diarios digitales: el problema es que haya autores de los titulares de diarios digitales a los que lo que les saldría de dentro sería titular, precisamente, «qué fuerte, qué fuerte». Como debe ser que no les hace caja, dicen cosas como esas del mito o la de Elvis que aún es peor, casi. En todo caso, si de verdad quieres leer algo inteligente sobre el asunto, pincha esta dirección: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/07/10/cronicasdesdeeeuu/1247254038.html Julio Valdeón Blanco, corresponsal de El Mundo en Estados Unidos, reflexiona sobre otro de los términos que me ponen enfermo: el Rey del Pop. «¿Rey del Pop? ¡Hombre, hombre!», exclama JVB, no sin razón. En el artículo se ve que conoce la música negra y las interminables derivaciones del delta del Misisipi, digamos. Revelador.

15 07 2009
Sonia

Este artículo lo leí también!! Totalmente de acuerdo. Lo iba a enlazar en mi comentario, aunque me imaginé que ya lo habrías leído (como así ha sido).
En cualquier caso a la gente le encanta ensalzar figuras mediáticas, se sienten… no sé, como más integrados. Lo digo porque yo me sentí poco integrada al no ponerme trágica y hacer otras cosas en lugar de ver el funeral por la tele… En fin, seré rara, seré una insensible. Pero me gustaría saber si quienes han llorado por su muerte harían lo mismo ante una injusticia o una tragedia de ésas a las que por desgracia ya estamos acostumbrados.

15 07 2009
ornat

Mucho más interesante que el funeral fue la entrevista-documental que emitió Cuatro no sé si el jueves o el viernes pasado. Se la había hecho, a lo largo del tiempo, un periodista americano que no conocía pero que tuvo acceso a la intimidad de M Jackson en los días en los que, entre otras cosas, balanceó a uno de sus hijos en el balcón de un hotel de Berlín. Sin prejuicios (ni a favor ni en contra) ofrecía una imagen muy precisa del personaje, enigmático a fuerza de la imagen que él construyó de sí mismo y la que construyó el océano mediático. En el medio me pareció que quedaba un tipo con serias dificultades para pisar el Planeta Tierra. Se diría que andaba ‘moonwalking’ hacía años, sin haber regresado del todo…

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