Infiltrados

15 02 2011

Osvaldo Soriano describió en una cruda novelita,  No Habrá Más Penas Ni Olvido, la absurda fiereza del enfrentamiento social que provocó el regreso de Perón a la Argentina, en octubre de 1973. Para recrear la confusión general del periodo (Perón convirtió a los enemigos en colaboradores y a los acérrimos en represaliados, dicho de una forma vulgar), Soriano sitúa la acción en un pueblito de la provincia de Buenos Aires, donde el juego amargo, terrible, de denuncia y represión se vuelve tragicómico entre quienes se conocen de toda la vida y vivieron en el universo mínimo de una aldea. Supongamos que, de un día para otro, el tipo con el que haces pareja en la partida de guiñote o el mecánico al que le confías tu auto se convierte en un enemigo político al que hay que limpiar, en el sentido más estricto del término. Lo explican estas líneas áridas del diálogo que abre la historia:

Osvaldo Soriano, argentino, fumador, gordo, amargo, futbolero y escritor. Genio.

-Tenés infiltrados -dijo el comisario.
-¿Infiltrados? Acá sólo trabaja Mateo, y hace 24 años que trabaja en la delegación.
-Está infiltrado. Te digo, Ignacio, echalo porque va a haber lío.
-¿Quién va a hacer lío? Yo soy el delegado y vos me conocés bien. ¿Quién va a joder?
-El normalizador.
-¿Quién?
-Suprino. Volvió de Tandil y trae la orden.
-Suprino es amigo, qué joder. Hace un mes le vendí la camioneta y todavía me debe plata.

Ahora miremos aquí al lado, a un pedazo de realidad, o no, en España: las artes escénicas se ven amenazadas por la Ley Antitabaco. ¿Cómo ocurrió? Sencillo: un espectador asistió a la representación del musical Hair. Al advertir que los actores fuman en escena, salió del teatro y se fue a denunciar que esos señores, en esa obra, fuman en el trabajo, en un espacio cerrado y público. Flagrante transgresión de la ley. Además de insoportable inmoralidad. Los argentinos avisados descubrieron que no eran los personajes de Soriano los que se parecían a ellos, sino al contrario: ellos cada vez tendían más a parecerse a los desquiciados personajes de Soriano. En España, sin embargo, estamos convencidos de lo magníficos que somos. Pero la imbecilidad avanza indetenible como un ejército, por cierto nada silencioso. Y la política deviene, a una velocidad sin control, en imbecilidad social. Se trata tal vez de un fenómeno general y tal vez generacional. Ocurré allá donde mires, así que voy pensando ya que la única solución está en refugiarse en sociedades menos evolucionadas, porque las nuestras avanzaron demasiado, hasta darse la vuelta sobre sí mismas y convertirse, al modo del personaje de 2001 de Kubrick, en bebés babeantes. No contentos con haber legislado la realidad hasta su último rincón, ahora van a por la ficción: reescriben a Mark Twain para suprimir los vocablos que conformaban el lenguaje contextual de la época (por cierto, aviso de que el abyecto John Steinbeck usaba  la palabra negro, en español, en sus originales de Tortilla Flat). Suprimieron hace mucho el tabaco en el cine -sólo fuman los malos o los desequilibrados- y los palmetazos de James Bond en el culo de las muchachas. No se puede decir que el dueño del Racing es indio aunque sea, efectivamente, indio. Después de pervertir la política hasta extremos delirantes, Berlusconi caerá por culear con una menor. Ahora peligra el cigarrillo en escena. En realidad, lo que está en peligro es algo mucho mayor, pero andamos muy ocupados obedeciendo órdenes y, sobre todo, haciéndolas cumplir a nuestra conveniencia, que es lo que más nos gusta. Y luego hablan del moralismo religioso… Hay un moralismo laico, civil, un moralismo ciudadano que constituye una degeneración repugnante de la vida cotidiana tal y como la habíamos querido.

Siempre pienso que el pasaje de la Historia que me resulta más rotundamente increíble es el periodo de la Ley Seca en Estados Unidos, pero nos vamos aproximando a aquel nivel de paranoia colectiva con alegría democrática. Hace poco le han prohibido a un equipo de rugby de Barcelona celebrar el tercer tiempo. No faltaron, como siempre, los ciudadanos agraviados que juraban haber visto excrementos depositados por los celebrantes en sus orgías; y, cómo no, abusos verbales contra las damas. Tenemos infiltrados. Nos van convirtiendo en infiltrados. Los políticos lo llaman colaboración ciudadana, pero no tiene nada que ver con la colaboración sino con el colaboracionismo, que es otra cosa mucho más miserable; tiene que ver con completarles a ministras de razonamientos inframentales su patético trabajo de corrección de nuestras vidas. La vorágine empieza por una norma necesaria o razonable (proteger la Salud Pública, por ejemplo, o recoger las deposiciones de los perros) y acaba por denunciar al que fuma en escena (aunque sea un cigarrito de hierbas inocuas, como en este caso, lo señalarán por apología) o al dueño de un perro que muerde a otro perro. El sentido común, que fue siempre una ley natural bien atendible, ya no es siquiera un argumento. Murió enterrado bajo las normas.

Al final les quitaremos los dientes a los animales, denunciaremos a los machos que acosan a las hembras en celo por instinto machista desaforado y querremos que se comporten en el parque como si estuvieran en un parlamento. Y que se vayan preparando de ahora en adelante los intérpretes de Shakespeare: les van a llover denuncias por asesinato. Qué es eso de clavar cuchillos en escena… La ficción caerá bajo las leyes y sus acerados ciudadanos.


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12 responses

15 02 2011
Davicius

Hace poco leí no sé dónde que vivimos en una sociedad de adolescentes inmaduros que queremos que nos solucionen todo sin poner nada a cambio. Que coloquen la parada de bus en nuestra puerta, la autopista por nuestro pueblo, que nos den todos los derechos y ninguna responsabilidad….. No sé si tiene mucho que ver con lo que comentas, pero al menos me lo ha recordado….
Por cierto, y esto sí que no tiene nada que ver: no te pierdas (aunque seguro que ya la habrás visto) «Boardwalk Mountain», la serie de HBO que une ese increible periodo de la Ley Seca que comentabas con la participación del estupendo Steve Buscemi.

15 02 2011
ornat

Lo intentaré, pero no puedo prometer nada. Soy muy perezoso para seguir las series (me canso pronto de casi todas) y bastante lento para ver las que me gustan. Creo que ya he hablado de todo esto: yo soy el hombre que jamás vio Twin Peaks ni Los Soprano. Sólo miro tres series, y desde luego lo hago transgrediendo cuanto puedo la ley sinde: Los Soprano, Dexter y Mad Men. Ahora recupero el tiempo perdido y voy por la cuarta temporada de los mafiosos de New Jersey. En las otras también ando notablemente retrasado. La única serie que jamás me he cansado de ver es Lo Simpsons. ¿Steve Buscemi? Desde luego… Prometo intentarlo. Gracias por la recomendación.

15 02 2011
Hasen

El nombre de la serie es «Boardwalk Empire», gracias a Dios nada que ver con «Brokeback Mountain». En cualquier caso, muy recomendable.

Me había planteado hacer algún comentario subrayando tu reflexión respecto al colaboracionismo pero representaría una contradicción con respecto a la actitud cada vez más acentuada que, con el paso de los años, he ido adoptando respecto a las «cosas importantes». Reconozco que de un tiempo a esta parte, las discusiones sobre política, valores, el «sentido de la vida»… en las que con tanta pasión me enzarzaba (y muchas veces promovía) han ido dejado paso a conversaciones banales que cumplen sobradamente con mis expectativas si de ellas nace algún comentario ingenioso. Quizás por eso me siento un poco culpable de la clase política que sufrimos y del rumbo al que nos dirigimos. Intuyo que el «pasotismo» será la actitud que distinga a nuestra generación…
Un abrazo

15 02 2011
ornat

Brokeback Mountain es una de las películas más infames que yo haya visto en los últimos tiempos. Un pastelón con pretensiones. ¿El pasotismo? Yo estoy alineado con ello. Pero la mediocridad y la estupidez me molestan cada vez más. Respecto a ‘las cosas importantes’, no las identifico con la política, los valores ni el sentido de la vida. No tienen nada que ver con eso.

15 02 2011
Hasen

Antes de nada, entiendo que no se me ha interpretado mal (pese a que he podido dar pie a ello) pero para evitar confusiones: «Boardwalk Empire», muy recomendable; «Brokeback Mountain», infame. Y ya metidos en faena, la mejor serie/película que he visto en los últimos años es «The Wire» (también de HBO). Me ha hecho disfrutar como con el mejor cine y durante más tiempo. Me extrañaría que ésta te cansase.
Por otro lado, quiero pensar que la mediocridad y estupidez imperante se debe al pasotismo, conformismo y egoísmo de las verdaderas autoridades que prefieren mantenerse al margen de la vida pública e ir a lo suyo.
Respecto a las «cosas importantes», cada vez tengo menos claro cuáles son… o si necesito identificarlas. De momento, novia, colegas, películas, novelas, viajes (al 6 Naciones, entre otros), fútbol, golf… van llenando mi tiempo y no me quejo (mucho).

15 02 2011
Jeremy North

El pasotismo es la clave de la sociedad actual, nuestro toque de distinción para las generaciones futuras. Con decir que «todos los políticos son iguales» y «que todo el mundo pilla lo que puede», justificamos una clase política corrupta y dictatorial, que prohibe casi todo excepto lo que le conviene. Así nos va.

Ayer ví el último episodio de «Boardkwalk Empire», en una de esas webs que se cargará en un futuro muy próximo la Ley Sinde. Obra maestra, Mario, te la recomiendo también.

15 02 2011
ornat

Sí, sí, yo les entiendo a todos. El pasotismo y todo eso, no les quito la razón. Pero yo aquí voy al opuesto bastardo del pasotismo, que es el ciudadano abducido por la vorágine prohibicionista que decide participar activamente en el asunto y se dedica a la denuncia discrecional. Lo mismo al que gasta bombilla en el trastero porque toca la batería, pongamos por caso, al dueño de un perro que muerde a otro perro (yo recuerdo las revolcones que se daban los machos entre sí cuando los paseábamos en grupo con mi abuelo, hace treinta años, ahora parece que hemos olvidado que son ‘animales’ -y no estoy hablando de perros peligrosos ni de mordiscos fatales a niños), el que denuncia a una obra de teatro porque los actores fuman… Sí, ya sé de la idiocia política. Pero yo hablo de nosotros, de los infiltrados, de aquel pavo malnacido que se dedicaba a denunciar en Barcelona a todos los comercios que no rotulaban en catalán. De esa gente hablo yo, de esa. De esos. De eso.

15 02 2011
Hasen

Correcto. Pero no puedo evitar que me generen más asco y vergüenza los que promueven y jalean esas actitudes con sus leyes y discursos políticos…
A los chivatos en el colegio los corríamos a capones… Ahora ya paso…
A ver si llego a ver a Raulito!

19 02 2011
woodyalle

Pertenezco a ese reducido grupo de pasotas intransigentes que da por perdida la lucha contra la mediocridad humana. No moveré un solo músculo de mi cuerpo para evitar esta hecatombe y me retiraré a mi cueva a esperar, simplemente a esperar.
«Un mundo feliz», «Fahrenheit 451», «1984»… ¿quién nos lo iba a decir?

19 02 2011
ornat

Estoy emocionado. Qué poderoso comando de nihilistas, hombres de inacción, podríamos formar entre todos los que nos reunimos alrededor de este modesto fueguito…

¡¡¡Émbolos, rotores y bujías… Viva el frío, viva el vacío!!!
¡¡¡Reóstatos, reóforos y filamentos… Viva la basura, abajo la Humanidad futura!!!

21 02 2011
nikki ramonne

«La culpa de los males de Alemania la tienen los judíos y los ciclistas». Esta frase atribuída a Goebbles es clave para entender la situación en la que vivimos, pero al reves; me explico. Mientras estamos encerrados en nuestras casas viendo como los carroñeros humanos se comen en versión moderna del Saturno devorando a sus hijos, vamos recibiendo los mensajes claves: la culpa es de los fumadores…¿la culpa de qué, exactamente?

«Panem et circenses» Carroña y fútbol…

Mientras el pueblo anestesiado comprueba como en el resto del mundo los tunecinos, egipcios, yemeníes, libios…se alzan contra esos tiranos que sojuzgan a un pueblo que clama por libertad, derrocan a esos dictadores que esquilman al pueblo que clama por justicia…

En 2000 años de historia la humanidad ha evolucionado poco y se siguen usando las mismas tácticas de adoctrinamiento de siempre…

La culpa…¡De los ciclistas, obviamente!

23 02 2011
javier p.

Aqui en Francia la culpa de todo es de Sarkozy; y en ultima estancia de su mujer.
un abrazo.
j.

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