Dear Mister Loach…

29 09 2015

Buena parte del silencio en el que dejé sumida esta ventana durante los dos últimos años tuvo que ver con algo que de forma genérica llamaríamos inventarse una nueva vida, tentativa que -de acuerdo a lo aprendido- no siempre resulta posible, en la mayoría de los casos se hace terriblemente laborioso y que, de cualquier modo, no garantiza ninguna clase de éxito. Pero es un proceso. Una experiencia. El recorrido por un laberinto personal en el que uno descubre algunas cosas de sí mismo que ignoraba, porque las circunstancias no habían determinado la necesidad de sacarlas a la luz. Y abismos a los que nunca habría querido someterse. Además, nunca tuvimos ni idea de qué cosa es el éxito ni tampoco la conciencia. Así que entre los días y las noches, los metafóricos y los reales, en este tiempo escribí un libro que no sé si es de cine, sobre cine o alrededor del cine, pero que le he entregado al mundo con la misma inconsciencia entusiasmada con la que acepté escribirlo: Bienvenido, Mister Loach… la reconstrucción del rodaje de Tierra y libertadla película de Ken Loach. Lo presentaremos mañana miércoles, 30 de septiembre, a las 20:00 horas en el Teatro de la Estación. Después se celebrará una proyección de la película, porque el acto está enmarcado en el ciclo ProjectAragón, y tiene como invitada excepcional a Rosana Pastor, la actriz protagonista y Premio Goya por este trabajo. Y a Miguel Ángel Aladrén, uno de los actores no profesionales a los que Loach reclutó -y el término es totalmente pertinente- para conformar su milicia cinematográfica. Si hay alguien que lea esto, que sepa que está invitado.

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Durante estas semanas -desde el preestreno de Bienvenido, Mister Loach en Mirambel, el pasado 15 de agosto-, he respondido a unas cuantas preguntas de periodistas sobre la naturaleza, las intenciones y el contenido del libro… y he descubierto que -como sospechaba mientras estuve al otro lado- los periodistas nunca les hacemos a los autores las preguntas que ellos esperan. O las que ellos (nosotros) nos haríamos en caso de entrevistarnos a nosotros mismos. Así que, como la autoentrevista me parecería un género muy vanidoso (aunque no sería el primero ni el último en practicarla, doy fe), al menos voy a aprovechar este espacio para responderme a mí mismo qué es en realidad Bienvenido, Mister Loach; qué he querido contar y en qué ha resultado; cómo se ha hecho; y hasta qué punto soy incapaz de juzgar el resultado. Ni quiero hacerlo porque el libro lo firmo yo, pero ya no es mío. Es de quien lo lea. Que para eso ha pagado el precio…

La pregunta que más veces me han repetido ha sido ésta: «Pero… ¿cómo se te ocurrió escribir un libro sobre ‘Tierra y libertad’?». Tan repetida que no queda otro remedio que considerarla pertinente. Y lo es. Uno puede atribuir la cuestión a la legítima curiosidad del entrevistador por el hecho creativo, algo muy halagador porque eleva el rutinario proceso de ponerse a escribir al enmarcarlo en un halo de alucinado misterio. De ahí nace el mito del Creador, con mayúsculas. La mayoría de las veces, sin embargo, ese no es el motivo de la pregunta. Parece mucho más probable, y el autor lo ve de inmediato en su cara, que lo que busque el entrevistador con ese planteamiento lateral sea discernir el tipo de locura a la que vive adscrito el tipo que firma la cubierta; y si, como sospecha, habita en una realidad paralela en la que, mágicamente, al público le interesan las cosas que él escribe. O sea que la traducción no verbalizada de la pregunta vendría a ser: «¿Pero tú de verdad crees que un libro sobre ‘Tierra y libertad’ le interesa a alguien?

En realidad, he de ser condescendiente con esa posibilidad porque yo mismo me la planteé, para qué negarlo. La idea de escribir este libro me la propuso Javier Lafuente, editor de Doce Robles, y se trata claramente de un exceso de optimismo cinéfilo debido a las perturbaciones que genera el insomnio. En efecto, Bienvenido, Mister Loach es hijo de la falta de sueño y otras perversiones intelectuales. Javier pasa noches enteras sin dormir haciendo dos cosas que el resto de los mortales jamás alcanzaríamos a lograr: ver películas mientras escribe libros. No es una metáfora, es literal: según él mismo me ha confesado, divide la pantalla del ordenador en dos… con el filme en una mitad y el procesador de textos en la otra. Así escribió, junto a Pedro Luis Ferrer, la historia del Real Zaragoza: mientras se veía una tras otra todas las películas de Charlot. Del mismo modo, fue en una de esas epifanías de madrugada cuando se le vino a la cabeza que en este 2015 Tierra y libertad cumplía 20 años y que se había rodado en el Maestrazgo aragonés. Así que, a las seis de la mañana, antes de acostarse, me escribió un mail en el que me proponía reconstruir la historia de ese rodaje.

Naturalmente yo acepté, con el mismo arrebato febril. Javier jugaba con ventaja porque sabía que yo también paso las noches en vela. A las cinco de la mañana todo parece posible y los libros se escriben solos. Naturalmente, cuando se hizo de día y me puse a hacer las primeras leves averiguaciones acerca de la película y de cómo podría enfocar el libro, me vino el juicio y di en pensar si no habría calculado mal mis posibilidades… y las de la historia que que pensaba dar a la imprenta, por decirlo en un tono muy autoral. Así que, un poco por ponerme en marcha y espantar la incomodidad, esa misma mañana escribí un educado y entusiasta correo electrónico a la dirección de la encargada de relaciones públicas de Ken Loach en Sixteen Films, contándole lo que pretendíamos y que me gustaría entrevistar al señor Loach en Londres para hablar de la película. Uno no le escribe todas las mañanas un mail a un director de prestigio internacional («Dear Mister Loach…», comenzaba aquel mail), y menos para pedirle una entrevista sobre una película que rodó 20 años atrás. Enseguida una respuesta automatizada de cortesía, el primero de los cortafuegos de cualquier encargado de comunicación de un autor con prestigio internacional. Para mi sorpresa, a la media hora vino otro mail, este sí personal, que me levantó del asiento: a Mister Loach le encantaría recibirme y dialogar conmigo sobre Tierra y Libertad. Y me animaba a buscar una fecha para viajar a Londres.1 (1)

Fue la primera indicación de lo que me iba a encontrar, algo inesperado: que Tierra y Libertad constituía un recuerdo muy preciado para el director inglés, que su disposición a contribuir con el trabajo que yo había ideado era absoluta, casi apasionada (y el término no es exagerado). Me recibió, en efecto, en su oficina en Londres, y después mantuvimos algunas conversaciones más por teléfono y por mail. La respuesta de Loach prefiguró lo que me encontré después: cada uno de los actores y participantes en la película a los que fui localizando –Rosana Pastor, Iciar Bollaín, Marc Martínez, Raffa Cantatore, Josep Magem, Sergi Calleja, Ian Hart, la directora de casting Marta Valsecchi, los extras aragoneses y castellonenses, productores, director artístico, etc.- desenredaban ante mis torpes preguntas una madeja de emociones, sensaciones, recuerdos, imágenes, historias, reflexiones y anécdotas que contaban una historia que a mí me parecía mucho más que digna de ser relatada. Que me provocaban una emoción creciente, comunicada por el fervor con el que ellos descargaban su relato. Hablábamos durante horas de cine, de ideas, de historia, de amistad, de interpretación, de directores, de técnica narrativa, de dirección de actores, de cinematografía, de geografía humana, de guiones, de juventud e inconsciencia, de posiciones de cámara, de improvisación y técnica actoral, de frustraciones y temores, de rodajes, fiestas, premios…

Aquello, que había parecido una idea imposible, de pronto adoptó la forma de folios y folios de notas desordenadas, repartidas por cuadernos, hojas sueltas, documentos de word, anotaciones al margen y apuntes revueltos. Un caos burbujeante que amenazaba con explotarme en las manos si no lo dominaba. Porque los testimonios entrecruzaban historias y situaciones, unos completaban a otros, o los corregían, o añadían matices; al mismo tiempo, yo avanzaba en la recogida de material, en la investigación documental que había de ser la argamasa del libro; leía a Orwell, Víctor Alba, miraba documentales de libertarios, investigaba sobre Staff Cottman, leía entrevistas a Loach, libros sobre Loach, cuadernos acerca de Loach, estudios críticos del cine de Loach, vídeos de rodajes de Loach… y me peleaba con el calendario y con la estructura, pendiente de ponerme a escribir porque el tiempo se echaba encima, y porque había que domesticar, dar una idea, dibujar líneas de fuga, ordenar las historias y su relato. Sobre todo, había que ponerse a escribir y tratar de hacerlo aceptablemente bien… y no olvidar nada de lo esencial. Por fortuna, el oficio del periodismo vino en mi auxilio. Y me sirvió para poner cada cosa en su sitio e hilar todas las voces, incluida la mía, en una sola. Y a tiempo. Bueno, más o menos…

epaLo que ha quedado es esto: Bienvenido, Mister Loach. Un libro sobre, alrededor, del y con el cine de Loach. Un volumen de nula aspiración académica, que nadie se asuste, en el que hay un poco de estudio crítico, otro poco de historia, un tanto de geografía, algo de técnica narrativa, el relato de una filmación, la semblanza de un director y de sus actores, apuntes de interpretación, de escritura, de estilo… Vivencias, anécdotas, curiosidades, emociones, conflictos, sabotajes, enfrentamientos. Todo contado con la intención de hilar una narración de boca de otros. Y girando en torno a Ken Loach, el demiurgo que convirtió a un grupo de actores en una milicia y que los llevó a derribar el muro entre la ficción que estaban filmando y la realidad que la rodeaba. Bienvenido, Mister Loach tenía, así varios objetivos: 1) Con respecto a Loach, aproximar una semblanza del autor y de su cine, a través de la experiencia de quienes trabajaron con él y conocieron sus singulares métodos: la ausencia de guion, el rodaje en orden cronológico, la intromisión de la realidad en la ficción, la improvisación, la provocación de emociones filmadas a partir de sentimientos e implicaciones reales. 2) Por supuesto, la mayor fidelidad a las experiencias que actores profesionales y no profesionales vivieron durante los 54 días de filmación en el Maestrazgo, y que lo que se contara en el libro se correspondiera, en la medida de lo posible y en su inevitable modestia, con lo que vivieron en aquellos dos meses. Y 3) sobre todo, la que considero obligación de cualquiera que firme un libro: no abusar de la confianza de los lectores y, desde luego, no aburrirlos.

Espero haber alcanzado al menos alguno de todos esos fines.