¡Sigamos a Alemania!, dijo Menotti

18 06 2010

César Luis Menotti: el fútbol visto desde la izquierda.

Alemania le hizo cuatro goles a los australianos y la crítica saludó la transformación germana con la misma convicción con que los fanáticos de La Vida de Brian convertían su alpargata en reliquia sagrada: «¡Sigamos a la alpargata!», gritaban. El mismo César Luis Menotti enarboló la bandera en lo alto de su palabra morosa: «Alemania es la mejor», dejó escrito en su colaboración sindicada para la agencia DPA. A mí el entusiasmo menottista por el hecho alemán me agarra con el paso cambiado, pero descubro en veloz ejercicio de documentación que viene de lejos y que, una vez más, ignoro por dónde me da el aire. Hace rato que Menotti se hizo germanista, posibilidad que me fascina; doy con una interviú en la revista Kicker que lo fotografía con la emblemática imagen del Che Guevara al fondo; habla de que hay fútbol de izquierdas y fútbol de derechas. No hace falta aclarar con cuál se identifica. De regreso del pensamiento utópico, nombra a Jorge Luis Borges y toma una idea del escritor para definir el juego que le gusta: «La Literatura, decía Borges, es orden y aventura: con el fútbol ocurre lo mismo». La entrevista es de 2009. Con el tiempo y para sus colaboraciones periodísticas, Menotti ha adaptado el lema borgiano hasta convertirlo en orden y desorden. En esa mezcla, sostiene Menotti, en la gestión de esos dos contrarios, radica la esencia del mejor fútbol. Y Alemania fue a quien mejor le salió el mejunje, concluye.

Sugestionados por el ambiente pangermanista que expandió la exhibición frente a Australia, los diarios titularon la previa del Alemania-Serbia: «La maquinaria alemana frente al tractor serbio». El armario de las metáforas está repleto y las hay de todos los calibres, como se aprecia. Y en eso, donde Menotti apelaba al desorden, ingresó el caos, transmutado en una hidra de varias cabezas que conformaron el árbitro Undiano Mallenco -que expulsó a Klose en el minuto 36-, un penalti detenido por Stojkovic tras una mano delirante de Vidic (ese muchacho que Ferguson prefirió a Piqué), tres cabezazos en pelea de Zigic contra Lahm (o sea, Corbalán frente a Romay): una hizo gol, la otra larguero, la otra una ocasión flagrante largada a la tribuna. Y la derrota alemana a manos del jondere manejado por Radomir Antic (1-0, Jovanovic). Lo que me llevó a pensar que sobre el fútbol es mejor no pensar demasiado ni organizar idearios que comporten mucha elaboración teórica. Como motivo central del muy aprovechable decálogo menottista quedó siempre la oposición entre el juego y los resultados, convertidos en facciones antagonistas a las que uno puede adscribirse libremente, para a continuación iniciar la febril búsqueda de demostraciones empíricas. El resultado acostumbra a mentir; el juego dice la verdad, sería la formulación básica de la escuela. O sea, el resultado es de derechas, mientras que el juego vota izquierdas. No quiero yo refutar a Menotti, líbreme Borges, pero yo he creído advertir a lo largo de tantos años de mirar fútbol que a menudo el juego es tan mentiroso como el marcador…

Y mientras pienso en ver a Inglaterra con mucho cuidado (juega Calamity James en la portería) recuerdo esta magnífica escena de The Damned United, película sobre los años dorados del muy soberbio y a veces genial Brian Clough. Cuando en el día de los días veo u oigo a un entrenador de fútbol pavoneándose, me acuerdo de ella: el presidente del Derby County, Sam Longson, despide al inefable Clough no sin antes explicarle en detalle la realidad del fútbol (y de la vida, agrega).

Brian Clough: “And that’s where you’d still flaming be if it wasn’t for me: at the foot of the blooming Second Division! Nobody’d remember you and nobody’d have heard of you. There would be no Derby County without me! No league title, no Champions of England… No without Brian Clough!”.
(“Y ahí es donde estaríais aún si no fuera por mí: ¡en el pozo de la maldita Segunda División! Nadie se acordaría de vosotros, nadie habría oído hablar de vosotros. ¡Ni siquiera existiría el Derby County sin mí! ¡Ni el título de Liga, ni el campeonato de Inglaterra! ¡No sin Brian Clough!”).

Sam Longson: “I’m gonna give you some good advice, Brian Clough… No matter how good you think you are, how clever, how many fans and new friends you make on the telly. The reality of football and life is this: the Chairman is the boss, then come the directors, then the secretary, then the fans, then the players and then… finally  -last of all, bottom of the hit, the lowest of the low- comes the one who in the end we can all do without: the blooming manager!”.
(“Te daré un buen consejo, Brian Clough… No importa lo bueno que te creas, lo inteligente que seas, ni los admiradores o nuevos amigos que hagas por la tele. La realidad del fútbol y de la vida es ésta: el presidente es el jefe, luego vienen los directivos, después el secretario, más tarde los aficionados y luego los jugadores. Y después, finalmente, el último de todos, al fondo de la lista, lo más bajo de lo más bajo, está ese tipo del que un día cualquiera todos podemos prescindir: ¡el puto entrenador!”).